sábado, 30 de agosto de 2008

APRENDER A SER

Una de las mayores alegrías que puede experimentar una persona es tener la libertad de ser ella misma

Cuando somos capaces de vivir en armonía con nuestra naturaleza y de ser verdaderos y espontáneos, nos sentimos contentos, ligeros, satisfechos y nos manifestamos a los demás de manera afectuosa y abierta.

En esos momentos en que somos sencillos, sinceros y creativos, las cosas funcionan mejor,sentimos entusiasmo, gratitud, y nos acercamos al amor.

Por eso, un aspecto fundamental de la educación de nuestros hijos es guiarlos para que realicen y expresen lo que verdaderamente son.

El trabajo principal del y la adolescente es precisamente aprender a ser

En esta etapa, nuestro hijo tiene que despedirse del niño que ha sido y lanzarse a la tarea de convertirse en adulto a través de un largo proceso que lo llevará a descubrir quién es, qué quiere hacer con su vida y cuáles son sus valores.

Para lograrlo, debe ensayar aspectos diferentes de su nueva identidad, fortalecer su independencia, desarrollar un pensamiento y un juicio propio, poner a prueba las creencias, ideas, normas y valores familiares, y decidir por sí mismo el proyecto personal que dará sentido a su vida.

Tiene que reconocerse como una persona valiosa, útil, capaz de comprometerse con su vocación y de aprovechar sus fuerzas y capacidades para empezar a construir con las pequeñas acciones de todos los días, ese ideal que lo ilusiona.

Los padres tenemos el privilegio de ser acompañantes de nuestro hijo en la conquista de su libertad y de sí mismo´

Recorrer el camino de la adolescencia requiere de valor y entereza, requiere también de la cercanía, orientación y apoyo de personas amorosas que respeten y promuevan la libertad de pensar, sentir, imaginar y actuar del joven, para que sus inteligencias y talentos alcancen la plenitud.

Es un verdadero regalo para los padres —aunque no siempre sencillo y agradable— poder apreciar el despliegue de la personalidad de nuestro hijo o hija, ese ser único e irrepetible
con una misión en la que nadie lo puede sustituir.

Un mundo en constante cambio necesita la contribución de cada uno de sus habitantes

El progreso de las sociedades se basa en la diversidad de sus miembros, en que cada uno aporte sus ideas, su esfuerzo y sus sueños particulares. Para ello, es indispensable cultivar y fortalecer la autoestima y la autonomía de las personas: jóvenes y adultos, hombres y mujeres; esforzarnos para que el entusiasmo, el trabajo, la imaginación, la creatividad, el amor y los sueños de todos transformen esta tierra en un mejor sitio para vivir.

Todos necesitamos construir un concepto personal flexible que nos permita rehacer nuestra imagen según vayamos evolucionando, así como reconocernos en los continuos cambios.

La identidad supone la percepción de que seguimos siendo la misma persona aunque se transformen nuestras emociones, apariencia, conductas o circunstancias.

Asumir una identidad nos permite saber quiénes somos, hacia dónde nos dirigimos y qué queremos hacer con nuestra vida; nos hace reconocernos en un cuerpo físico y sentir que somos parte de una familia, un grupo de amigos, una comunidad y una época.

La principal tarea de la adolescencia es la de establecer una identidad

Al llegar a la secundaria, el chico se enfrenta a la pérdida de su cualidad de niño: ya no es, ni quiere ser, el pequeño que trataba de imitar a sus padres y se guiaba por sus opiniones, ahora se siente grande, necesita imperiosamente separarse de ellos para encontrar su propia individualidad y su propio espacio.

El adolescente tiene que construir un concepto de sí mismo que le permita reconocerse en la sucesión de cambios que está experimentando, y también crear una imagen que le ayude a pensar en la persona en que desea convertirse.

Para descubrir a ese ser dentro de sí y encontrar las características y posibilidades que lo hacen único e irrepetible, es natural que el chico se vuelva más reflexivo y penetre a una forma nueva de intimidad.

En el largo proceso de investigación de sí mismo, el adolescente suele pasar por periodos de confusión y ansiedad reflejados en esa pregunta fundamental que tiene urgencia de contestar: “¿Quién soy?”

Llegar a una respuesta es un quehacer complejo —quizá de toda la vida—, y el adolescente no sabe bien cómo empezar a emprenderlo. Es común que nos confronte constantemente, que ponga en tela de juicio y se aleje de comportamientos, ideas, reglas y valores de la familia, que pruebe conceptos nuevos y ensaye diferentes lenguajes, actividades, aficiones o vestimentas.

El espejo vuelve a tener importancia en estos años. Observarse con detenimiento se convierte en una necesidad, ya que el adolescente debe rehacer una imagen de sí.

Es difícil que en esta etapa tengamos claro cómo es, qué quiere, qué siente; cuáles son sus fuerzas y debilidades, y además enfrentarnos a la exigencia de asumir un nuevo papel en la familia y en la sociedad.

Cualquier transformación de la personalidad cambia las relaciones y la comunicación.

El crecimiento y la construcción de sí mismo obligan al adolescente a replantear profundamente su situación frente a los otros, especialmente su familia. El joven va conformando su identidad a base de reflexiones, del contacto con los demás y de interactuar con su medio.

El adolescente vive una contradicción inquietante entre el deseo de ser único y la necesidad de ser como los otros

Al mismo tiempo que lucha por ser él mismo, por no ser copia de nadie y, desde luego, por no parecerse a ninguno de sus padres, el adolescente examina modelos a imitar fuera de la familia.

Observa a los compañeros, y adopta sus vestimentas y sus conductas para diferenciarse de los adultos. Los amigos actúan como reflejos en los que se ve y se conforma a sí mismo, sobre todo “ése” a quien él y su grupo consideran especialmente exitoso.

También se aproxima a los adultos que admira: maestros, deportistas, líderes, cantantes, escritores o artistas. Busca en ellos las cualidades que le gustaría tener y que considera útiles y valiosas para poder establecer su lugar en el mundo, su escala de valores, sus metas, ideales y comportamientos.

Es importante estimular las identificaciones que enriquecen la personalidad del adolescente, pero también enseñarle a ser crítico y realista. Sin descalificar a su ídolo ni cuestionarlo directamente, ya que eso es algo que el chico no suele estar dispuesto a hacer, podemos mostrarle la manera en que se construyen estas figuras: cómo se exhiben sistemáticamente las virtudes y se pasan por alto los defectos; tratar de que descubra a la persona completa, que valore aquello en que ha destacado sin olvidarse de que sigue siendo un ser humano con limitaciones, igual que todos.

Los padres debemos entender que esta exploración de nuestro hijo o hija es indispensable para consolidar su identidad

Hemos de comprender que su alejamiento no necesariamente significa un rechazo personal hacia nosotros, sino un esfuerzo saludable para crecer. Tenemos que renunciar a esa grata sensación de ver la admiración en los ojos de nuestro niño y observar su deseo de ser como nosotros. La adolescencia exige precisamente alejarse de los padres, dejar de idealizarlos y buscar otras figuras a quien parecerse. Ahora es mucho más atractivo lo de fuera.

Este proceso puede ser motivo de conflictos, ya que no siempre nos resulta fácil ni estamos preparados para tolerar la separación y los reproches, y no siempre el adolescente los formula de manera adecuada.

El adolescente se observa constantemente al espejo pues necesita rehacer una imagen de sí mismo

Es común que el adolescente quiera ser único y ser como los otros

Por lo general, los padres también estamos viviendo una crisis de identidad en este tiempo, así que las críticas de nuestro hijo pueden sernos de gran utilidad

Los reclamos del adolescente pueden ser una excelente oportunidad de aprendizaje, nos sirven para revisar con seriedad el concepto que hemos construido de nosotros mismos y la imagen que proyectamos a los demás.

Desde luego se requiere madurez y serenidad para distinguir entre la forma, quizá irrespetuosa y agresiva del adolescente y el fondo de verdad que existe en sus palabras.

Hemos de reconocer honestamente en qué tiene razón, valorar cuáles de sus juicios son parciales, y qué conviene cambiar en nuestra forma de actuar, de expresarnos y relacionarnos con él.

Necesitamos propiciar momentos de comunicación para aclarar nuestra posición, aceptar los errores y mostrarnos sinceramente.

Nuestra honradez y veracidad abren puertas de acercamiento con los hijos para toda la vida. La simulación y el engaño pueden cerrarlas.

Tenemos que admitir que no somos los únicos guías de nuestro hijo o hija, sino que todo el ambiente, incluyendo a otras personas que ni siquiera conocemos, lo educa activamente.

Si algunos padres nos sentimos lastimados cuando nuestro hijo nos rechaza en favor de sus amigos, la situación es más penosa cuando busca la cercanía y confianza de otros adultos.
Cuando el chico pasa la mayor parte del tiempo en casa de un amigo y nos damos cuenta de que no sólo lo mantiene ahí el amigo, sino también el padre o la madre del amigo, y que habla con ellos de temas que no le interesa tratar con nosotros, es natural que nos sintamos heridos y nos preguntemos por qué escucha con más apertura las opiniones de esa gente extraña y no las nuestras.

Lo hace precisamente porque ellos no son sus padres, porque sus valores no le provocan conflicto ya que no son los que él ha vivido en su niñez. Los puntos de vista de otras personas le dan oportunidad de probar lo diferente y lo desconocido, y él se siente en libertad de aceptarlos o no.
Estas relaciones son en verdad valiosas para nuestro hijo.

En su impulso por crecer y conocerse a sí mismo, necesita la experiencia y sabiduría de una gama amplia de jóvenes y adultos. Mientras más personas tolerantes y cariñosas encuentre en su camino, mejores recursos obtendrá para su vida de adulto.

Por eso, los padres hemos de entender y aceptar que el adolescente entregue su afecto y su lealtad a otros y se apoye en ellos para avanzar en su viaje hacia la plena identidad, pero también tenemos que estar concientes de que, si revisa y contrapone nuestros valores y enseñanzas con otros distintos, es precisamente porque seguimos siendo modelos fundamentales para él y todavía es nuestra responsabilidad presentarle un ejemplo congruente y positivo de ser humano.

Entendamos y aceptemos que nuestro hijo entregue su afecto a otros

Publicado originalmente por la FUNDACION VAMOS MEXICO http://www.vamosmexico.org.mx/guiapadres/

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